sábado, 23 de octubre de 2010
GIBRALTAR: CUANDO NIÑOS JUEGAN CON FUEGO EN UNA GASOLINERA
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GIBRALTAR: CUANDO NIÑOS JUEGAN CON FUEGO EN UNA GASOLINERA
Últimamente están ocurriendo cosas en el Campo de Gibraltar que dan pie para preocuparse porque cuando entran en escena fuerzas armadas, tanto si son policiales como militares, hay razones para pensar que cualquier desaprensivo ligero de cascos puede hacer saltar la chispa que haga volar por los aires toda la ‘gasolinera’ y todo lo que le rodea. Se da el caso en el tema Gibraltar que siendo un asunto tan espinoso como lo es haya caído en manos de dos mentes simplistas como son la del ministro Moratinos y la del primer ministro de Gibraltar, Peter Caruana. En peores manos no podía caer un contencioso de 300 años que estas dos figuras tratan de arreglar por la vía del simplismo y el amiguismo, lo que significa y nos lleva ya a constatar que el desarreglo está garantizado. Para presentar un plano de la situación creada no hay más remedio que desmenuzar a vuelo de pájaro algunos acontecimientos que desde el 2004 se vienen sucediendo en Gibraltar y las aguas españolas que lo circundan. Veamos:
En el 2004, a poco de asumir la presidencia de España Rodríguez Zapatero, se creó una comisión, llamada Foro Tripartito, por la cual el primer ministro de la colonia, el llanito Caruana, pasaba a tener silla, voz y voto en las reuniones que sobre la problemática de Gibraltar se fueran suscitando, además de las existentes de todos los tiempos. Decir que por parte de España fue un desatino el aceptar en una mesa de negociaciones sobre Gibraltar a la representación de los colonos del Peñón es verdaderamente poco. Las siempre infructuosas negociaciones sobre la devolución a España de la propiedad del Peñón fueron una constante por la vía diplomática y también por la de las armas desde 1713, año en el que por el Tratado de Utrecht se le entregó la propiedad a Gran Bretaña, propiedad que incluía el Castillo, la plaza en sí y el puerto existente en la época. No había más concesiones, incluso el tránsito por el istmo al resto de España les estaba vedado; consecuentemente, el simplismo con que Moratinos ha asumido esa mesa de negociaciones en la que pretende conseguir no se sabe qué de los gibraltareños es cosa de tebeos porque hay que partir de la base que España, en relación con Gibraltar, no tiene nada, absolutamente nada que negociar con Gran Bretaña si no es el plazo de devolución del Peñón y muchísimo menos con los llanitos quienes en esta comedia no tienen que pintar absolutamente nada. Gibraltar es una colonia que compró Gran Bretaña a Francia, tutora de España a la sazón, a cambio de que Francia no tuviese que aceptar una capitulación total y vergonzosa en la Guerra de Sucesión a la Corona de España (1701 a 1713). Esta compra se realizó a través del Tratado o Contrato de Utrecht de 1713 por el cual se le cedía a Gran Bretaña en propiedad, entre otras cosas, la plaza de Gibraltar con su castillo y el puerto, con prohibición de acceso por el istmo al resto de España, istmo que fue marcado como suelo de separación o de nadie.
Aparte del puerto de la época, no había absolutamente ninguna concesión sobre aguas territoriales que seguían siendo de España, por tanto, voy a intentar aclarar al lector la siguiente pregunta que sin duda se le suscitará: ¿Y por qué no tiene derecho Gran Bretaña a las aguas que circundan el Peñón si son propietarios de la plaza? Sin duda ha lugar a la pregunta y es obligado el contestarla de forma que quede meridianamente claro el porqué no tiene derecho ni Gibraltar puede tener aguas jurisdiccionales a menos que el Artículo X del Tratado de Utrecht sea cambiado y se introduzca la palabra “SOBERANÍA” en el lugar de “PROPIEDAD”, en cuyo caso Gibraltar dejaría de ser una colonia para pasar a ostentar los derechos de un ESTADO SOBERANO y tendría pleno derecho a aguas jurisdiccionales, de acuerdo con los tratados internacionales al efecto, además de derecho sobre el espacio aéreo del Peñón y derecho también sobre la explotación del subsuelo en la forma que creyesen pertinente (No olvidemos que en España el subsuelo es propiedad del Estado). Estos tres conceptos no los puede ostentar Gibraltar porque les son vedados en el propio Tratado o Contrato de Utrecht, consecuentemente, es pura pantomima por parte del primer ministro Caruana y, también, del ministro Moratinos el sentarse en una mesa en la que España pide a Gran Bretaña la soberanía sobre el Peñón, cosa que ostenta y nunca dejó de ostentar, y Gran Bretaña, con el primer ministro de la colonia, Peter Caruana, como portavoz pretende auto-concederse la soberanía sobre las aguas territoriales que circundan al Peñón. Ahora ha lugar a plantearse la siguiente pregunta:
¿Y por qué Gran Bretaña no puede tener jurisdicción sobre las aguas territoriales de Gibraltar si cualquier territorio rodeado de agua en sus tres cuartas partes puede tenerla? Por la simple y sencilla razón que el concederle a Gran Bretaña jurisdicción sobre aguas españolas de Gibraltar significaría que se le está cediendo de facto el derecho de soberanía sobre el territorio de Gibraltar, algo que, como ya he mencionado antes, no le concede el Tratado de Utrecht, por lo que nos encontraríamos con haber reconocido esa soberanía británica sobre el Peñón, sobre su espacio aéreo y sobre su subsuelo, factores todos ellos que un derecho de propiedad no da lugar a poseer porque para tener ese derecho hay que ser Estado soberano que sólo se es cuando se ostenta la soberanía del territorio, de ahí la tremenda importancia que tiene el factor SOBERANIA y la sorpresa e indignación que producen políticos españoles, especialmente los del Ministerio de Asuntos Exteriores, cuando se expresan sobre la soberanía del Peñón con expresiones tales como, en el caso de Moratinos, “recuperar la soberanía “o del exministro Piqué con las de ”soberanía compartida”, o las del exministro Matute con las de “El Tratado de Utrecht determina que Gran Bretaña detenta la soberanía”, toda una retahíla de despropósitos e ignorancia en quienes tienen que ser los principales artífices de conseguir la devolución del Peñón a España. De todas maneras, de forma que el lector y los políticos que tengan que defender a España ante Gran Bretaña sobre Gibraltar queden bien informados de qué fue lo que se le cedió a Gran Bretaña en el Tratado de Utrecht, a continuación transcribo literalmente dos párrafos del Artículo X del Tratado relativos a la cesión de la propiedad de la plaza a Gran Bretaña, los cuales se ocupan de la transferencia de la propiedad.
“El Artículo X del Tratado de Utrecht fija el siguiente ‘status’ jurídico de la fortaleza:
“El Rey Católico, por sí y por sus herederos, cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y del castillo de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortaleza que le pertenecen, dando la dicha propiedad absolutamente para que la tenga y goce en entero derecho, y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno.”
El párrafo segundo del Tratado dice lo siguiente:
“Pero, para evitar cualesquiera abusos y fraude en la introducción de las mercaderías, quiere el Rey Católico, y supone que así se ha de entender, que la dicha propiedad se cede a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna con el país circunvecino por parte de tierra. ………….”
Como podemos ver, la palabra soberanía no existe en el Tratado y el pretender arrogarse el derecho de soberanía es una falacia por parte de Gran Bretaña y de su portavoz en la plaza, el primer ministro llanito Caruana, quienes están aprovechando, una vez más, una etapa de actuaciones erráticas del Ministerio de Asuntos Exteriores Español y de un cierto confusionismo en la España de las Autonomías para sacar tajada a lo grande aumentando su ‘lebensraum’ por mar, (las pretendidas tres millas de aguas de la bahía de Algeciras), por tierra (la ampliación de la superficie del Peñón con superficie ganada al mar mediante vertidos) y por aire (la pretensión de un espacio aéreo que un aeropuerto clandestino no puede tener).
Así las cosas, los hechos han puesto de relieve que la inoperancia desplegada por Moratinos y el gabinete de Zapatero ha tropezado con la política de hechos consumados practicada por Gran Bretaña a lo largo de los tres siglos de colonia y, especialmente, en nuestros tiempos, ya que en ese Foro Tripartito se han tratado hasta ahora asuntos de seguridad en las aguas del estrecho, aguas españolas, donde las patrulleras de vigilancia de la Guardia Civil están más que ocupadas tratando de erradicar el tráfico de contrabando y drogas que tiene su base de aprovisionamiento en Gibraltar, por lo que es de lo más fácil del mundo el erradicar este tráfico desde el propio Gibraltar sin tener que crear un tripartito para ello, siempre y cuando existiese voluntad de hacerlo por parte de las autoridades gibraltareñas que, sin la menor duda, no ha sido el caso.
Por otra parte, y en lo que se refiere al desafío del primer ministro de Gibraltar, Peter Caruana, de que recurramos a los tribunales internacionales para reclamar los derechos de España sobre las aguas jurisdiccionales del Estrecho, no es una mala idea que así lo hagamos porque, si bien ya la ONU requirió a Gran Bretaña que negociara la descolonización del Peñón con España, no estaría del todo mal que paralelamente iniciemos un proceso en el tribunal de la Haya reclamando, no los derechos sobre las aguas del Peñón que son españolas desde siempre y no hay por qué reclamarlas sino una demanda por quebrantamiento de contrato por parte de Gran Bretaña ya que han alterado de motu proprio todos los parámetros del Tratado o contrato de propiedad, comenzando por el istmo, que ocuparon cuando la época de la epidemia de la fiebre amarilla (1813) y España lo permitió por razones humanitarias, se instalaron en él y no lo evacuaron una vez superada la epidemia, y hoy, lo que en el Tratado fue tierra de nadie, es un aeropuerto construido clandestinamente aprovechando los años de la guerra civil española. En lo que al puerto se refiere, un mini puerto o embarcadero de la época, lo han convertido en un puerto gigante adentrándose kilómetros en aguas de la bahía de Algeciras. En lo referente al subsuelo del Peñón, han horadado la roca en profundad hasta no se sabe dónde, cosa prohibida a todo propietario de suelo en España desde los tiempos de Alfonso XI, el Justiciero, rey de de Castilla que murió de la peste en 1350, precisamente en el sitio de Gibraltar para desalojar a los moros de la plaza. Con estos tácitos incumplimientos en la mano creo que ha llegado el momento de que también se exija la entrega del Peñón por clarísimo incumplimiento de contrato por la vía del Tribunal de Estrasburgo, de la Haya o el de Luxemburgo, el que corresponda, cuyo veredicto, ante tanto incumplimiento del Contrato o Tratado por parte de los británicos, no podrá ser otro que el que los británicos tengan que coger sus bártulos y sus monos y leven ancla hacia Gran Bretaña. Estimo que los llanitos pueden quedarse, conservar sus propiedades y bautizarse españoles, si así lo desean.
En lo que a la llamada por parte del primer ministro Caruana a la intervención de la Royal Navy (la Armada Real) como forma de contrarrestar o parar las llamadas ‘incursiones de las patrulleras de la Guardia Civil en aguas gibraltareñas’, debo decir que el ministro Caruana ha puesto claro y de manifiesto que no está a la altura de nada o, tal vez, sí esté a la altura de Gibraltar. El señor primer ministro, al difundir su deseo de que intervenga la Royal Navy en el asunto de las aguas del Estrecho, ha puesto sin equívocos sobre la mesa que a él y a quienes estén detrás de su política expansionista o de ‘lebesraum’ les vendría muy bien un incidente bélico que justificara una intervención armada de la marina de guerra de Gran Bretaña que, a todas luces, liquidaría a la española en un pis-pas por la simple razón que Gran Bretaña sigue siendo una potencia en el mar, tierra y aire, dotada de armamento nuclear, y España es un hálito de potencia sin armamento nuclear, por lo que tendríamos, como es fácil de suponer, una confrontación a escala Malvinas pero entre dos socios de la OTAN, cosa que la otan no puede permitir que ocurra porque ello significaría un ‘planchado’ del Ejército español pero también el fin de la ORGANIZACIÓN DEL ATLÁNTICO NORTE, ya que los socios menores de la OTAN no podrían digerir que uno de los socios mayores de la Organización, dotado con armamento nuclear por demás, se impusiera a un pequeño sin otro argumento que el de su superioridad bélica. Consecuentemente, ha lugar a mencionar que, a quien corresponda, debe recordar al primer ministro Caruana que es tiempo de que controle la bífida, recoja velas y modere sus ansias expansionistas a cargo de bienes ajenos, de los España en este caso.
Las Palmas de Gran Canaria, 22 de octubre de 2010.
Daniel Garzón Luna
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