‘PRIMER’ Y ‘TERCER’ MUNDO: LA ‘EBRA’ QUE NOS SEPARA
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Se ha escrito mucho sobre las excelencias del llamado “Primer Mundo” que ha inducido, de alguna forma, a que nos consideremos, los afortunados mortales que las circunstancias nos han colocado en él, gente de más postín que los ‘tercermundistas’. Sí, es posible que haya no poca gente que piense y vaya por la vida con comportamientos acorde con esa creencia. Esta forma de vernos no viene de ayer sino que es algo que se ha venido ‘martilleando’ desde hace siglos y hoy, aún instalados en el ambiente de la opulencia y bienestar occidental -los muchos que disfruten aún de esos conceptos- solemos mirar por encima del hombro a los llamados “termundistas” pues la abundancia del correr de las décadas no nos han permitido percatarnos de que nuestro egoísmo, suficiencia y dejadez en el superarse a sí mismo permanentemente nos han llevado ya a una situación de minusvalía ante ese supuesto tercer mundo. En prueba de este argumento, mi argumento, relato a continuación una experiencia que viví la pasada semana en una de nuestras guaguas, experiencia que vino a demostrarme y confirmarme que nosotros, los que pertenecemos al llamado Primer Mundo, estamos a punto de perder el tren en todas las direcciones. Relato lo vivido:
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Se ha escrito mucho sobre las excelencias del llamado “Primer Mundo” que ha inducido, de alguna forma, a que nos consideremos, los afortunados mortales que las circunstancias nos han colocado en él, gente de más postín que los ‘tercermundistas’. Sí, es posible que haya no poca gente que piense y vaya por la vida con comportamientos acorde con esa creencia. Esta forma de vernos no viene de ayer sino que es algo que se ha venido ‘martilleando’ desde hace siglos y hoy, aún instalados en el ambiente de la opulencia y bienestar occidental -los muchos que disfruten aún de esos conceptos- solemos mirar por encima del hombro a los llamados “termundistas” pues la abundancia del correr de las décadas no nos han permitido percatarnos de que nuestro egoísmo, suficiencia y dejadez en el superarse a sí mismo permanentemente nos han llevado ya a una situación de minusvalía ante ese supuesto tercer mundo. En prueba de este argumento, mi argumento, relato a continuación una experiencia que viví la pasada semana en una de nuestras guaguas, experiencia que vino a demostrarme y confirmarme que nosotros, los que pertenecemos al llamado Primer Mundo, estamos a punto de perder el tren en todas las direcciones. Relato lo vivido:
La pasada semana entré en una guagua municipal de nuestra ciudad, la línea 1 de Las Palmas de Gran Canaria para más señas, a una hora en que estaban todos los asientos ocupados menos uno a la altura del centro de la guagua y que daba al costado lateral del vehículo; había más viajeros de pie en el centro y pasillo aunque no estaba abarrotada. Al ver que quedaba un asiento vacío, me dirigí hacía ese punto de la guagua para ocuparlo pero una señorita que ocupaba el asiento justo al lado del que estaba desocupado me advirtió de la presencia de una hebra ‘aérea’ de chicle que cogía desde el rincón del asiento vacío hasta la mitad del espaldar del asiento delantero que daba al pasillo, justo delante de sus rodillas. Ante el riesgo de ‘enhebrarme’ en la barrera de chicle que ‘protegía’ al asiento, opté por renunciar a ir sentado y hacer el trayecto de pie. La impresión que tuve es que otros usuarios de la guagua que habían entrado antes que yo, y que igualmente iban de pie, también habían optado por no ‘enhebrarse’ en el chicle trampa que el desaprensivo de turno había dejado ‘cívicamente’ montada. Hasta aquí mi experiencia con la hebra de chicle: de pie en el pasillo de la guagua y el asiento ‘protegido’ vacío.
En la siguiente parada entraron otros usuarios del servicio y, entre ellos, una señora de mediana edad de raza negra que, a su intención de ocupar el asiento ‘protegido’ aún vacío, fue puesta sobre aviso por la ya mentada señorita ‘avisadora’ de la presencia del ‘problema’ hebra de chicle. No se inmutó ni se arredró la señora negra ante ‘el problema’ de la hebra de chicle y, con parsimonia, sacó del bolso un paquetito de pañuelos de papel, cogió uno de ellos y comenzó por retirar la hebra del punto de agarre a mitad del respaldar del asiento delantero, la enrolló en el pañuelo de papel y terminó desligándola del punto de pegue en el rincón del asiento vacío. Enrolló totalmente el pañuelo de papel para seguidamente meterlo en su bolso. A renglón seguido, removida la ‘barrera’ de la hebra de chicle, ocupó tranquilamente, como una reina, el asiento ganado con resolución y sin complejo alguno.
Los que presenciamos con la naturalidad y simpleza como esta señora había solucionado ‘el problema’ de la hebra de chicle nos quedamos algo perplejos, especialmente los que habíamos sido ‘parados’ por la citada ’barrera’, asumiéndola como algo imposible de superar, al ver como una señora a todas luces procedente del supuesto ‘Tercer’ Mundo, solucionaba ‘el problema’ sin titubeos, con resolución y con un simple pañuelo de papel.
Esta ‘simple’ vivencia nos podría llevar a la consideración de que hemos llegado en el ‘Primer’ Mundo a un grado de minusvalía mental para afrontar y solucionar los problemas que día a día forman parte de nuestro vivir que, analizada con detenimiento, nos pueden llevar a la conclusión que nos hemos convertido en individuos carentes de iniciativas para dar solución a situaciones que no estén programadas y que, de alguna forma, rompan el esquema habitual, por lo que nos estamos acomodando en un mundo que por sí mismo se está encuadrando en un estado de abotargamiento mental y en una masa de fieles peones sin iniciativa y subordinados a ‘órganos rectores’ que sabiamente dirigen nuestras decisiones en la línea que mejor sirva a sus propios intereses, no siempre lícitos.
Mi conclusión a la vivencia de la hebra de chicle en la guagua de Las Palmas de Gran Canaria: Cuando una señora, del supuesto Tercer Mundo, nos demuestra a una serie de ciudadanos usuarios del servicio público de guaguas, del llamado Primer Mundo, cómo remover una simple hebra de chicle para conseguir el disfrute de un asiento en la guagua, significa, a mi entender, que el llamado “estado de bienestar” nos está dejando tullidos e incapaces de reaccionar ante situaciones de dificultad y para enfrentarnos a los duros problemas que ya tenemos encima y que pueden perdurar por muchos años, dando al traste con ese tan cacareado estado de bienestar. El dirigismo instalado en el poder nos está convirtiendo en masa borreguil carente de afán emprendedor, seguidora y dependiente del cayado del pastor para enfilar cualquier sendero que sus intereses así le aconsejen.
Daniel Garzón Luna
Las Palmas de Gran Canaria, 30 de agosto de 2010.